Esta mezzosoprano sueca, a la que conocemos sobre todo por su habilidad para delinear complejas vocalizaciones de la más acrisolada ópera seria, se nos muestra aquí como liederista, capaz de penetrar, con su timbre oscuro y sugerente, en los vericuetos de tan peculiar rítmica de los Zigeunerlieder de Brahms, en las claras estructuras de las canciones de Clara Schumann, en las sorprendentes sinuosidades de la Suite op. 41 de Medtner, en los sombríos paisajes naturales de los Rückert-Lieder de Mahler y, como gran hallazgo, en las Canciones del corazón, de aromas tan brahmsianos, de su compatriota De Frumerie.