Se conocieron en ese laboratorio de fusiones eléctricas y rockeras que fue Return to Forever, uno como jefe y el otro como escudero. Desde entonces, Chick Corea y Steve Gadd han mantenido frecuentes colaboraciones tanto alrededor de un escenario como de los pupitres de decenas de seminarios y talleres. El tiempo ha acabado por cimentar su relación con una sólida amistad que, ya se sabe, nace de una admiración compartida. La pareja se echa una vez más a la carretera y su paso por la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional se anuncia entre emociones muy especiales: las de estos dos gigantes del jazz y la buena música. A Corea se le ha visto y disfrutado ya sobre la noble madera de esta misma sala magna, apoyado en una suerte de segunda o tercera o cuarta juventud. Uno ha perdido la cuenta, pues el creador de temas universales como Spain o La fiesta ha participado en algunos de los sucesos más cardinales de la historia moderna de género. Gadd por su parte es el baterista que todos aman y no en vano fue solicitado por el mismísimo Dizzy Gillespie cuando apenas contaba once años. A pesar de estas dos glorias del jazz más heterodoxo, que nadie pierda la vista al resto de los componentes de esta banda, empezando por el guitarrista Lionel Loueke y el saxofonista y flautista Steve Wilson y continuando por ese respaldo rítmico racial que conforman el contrabajista Carlitos del Puerto y el percusionista Luisito Quintero. Sí, se anuncia noche grande.
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