En este recital se traza una línea recta que parte de Schubert, creador del género, representado por cinco de sus canciones más famosas, coronadas por la formidable y dramática Die junge Nonne, continúa por Strauss, del que se cantan seis páginas, de expresión muy variada, sigue por los capitales cinco lieder que Wagner dedicó a un amor imposible, el de Mathilde Wesendonck –un ciclo que contiene ya la semilla de Tristán– y se remata con las cuatro piezas que, desde su lenguaje continuista, compuso Korngold sobre poemas de Shakespeare. Todo ello en la voz tersa, plenamente lírica de esta soprano canadiense.