En su anterior visita a Madrid, Anna Caterina Antonacci presentó un concierto vocal-orquestal sin escenario, pero, sin embargo, la prestancia personal y el empuje dramático de la intérprete dieron al acto la dimensión de un teatro. La voz de Antonacci, a medias soprano y mezzo, rica de color y consistencia, se aviene admirablemente a su poderosa transmisión artística. Se mueve con la misma autoridad en italiano y en francés, y su intensidad expresiva y su intencionado cuidado con la palabra la hacen especialmente apta para la canción de cámara.
El programa elegido recorre la melodía francesa desde el romántico Berlioz (La mort d´Ophélie, 1847, basada en Shakespeare); el maestro del impresionismo Gabriel Fauré (Cinq chansons de Venise, 1891, con versos de Verlaine, y Mirages, 1919, de la Baronne de Brimont); las Chansons de Bilitis de Debussy (sobre Pierre Louÿs, 1897-98), y de Reynaldo Hahn: Études latines (1899-1900, palabras de Leconte de l’Isle) y Venezia (1901, textos populares venecianos).