El manejo de líneas prevalece en esta sesión para vientos, inaugurada por las Seis bagatelas de Ligeti, compuestas en 1953. El diatonismo de la escritura engarza en ellas con la influencia de Bartók, pero casa con el trazado riguroso de las líneas del Ricercare de la Ofrenda musical de Bach, que contrastan con las crudas superficies de Carter, cuyos Ocho estudios y una fantasía datan de 1949/50 y proponen, en varios chispazos, una especie de reactualización del género. Las texturas claras y ácidas de Stravinski, en su más conocido Octeto para vientos (1922/23) son un buen remate tras la escucha del estreno de Gómez Schneekloth.