La evangelización de los nuevos territorios trajo consigo una implantación de los usos litúrgicos peninsulares en las nuevas instituciones religiosas a medida que los misioneros –clérigos, monjes o frailes– iban realizando su labor. Simultáneamente monasterios, iglesias, colegiatas y catedrales hubieron de hacerse con libros para asegurar el culto divino diario en cada lugar. Las órdenes monásticas importaron los propios de cada casa y las iglesias seculares proveyeron ejemplares llegados directamente de la Península y elaboraron copias sobre algunos de los ejemplares. Conocemos algunos de los calígrafos y copistas que a principios del s. XVII desarrollaron su trabajo como Francisco de Páramo quien trabajó a comienzos del s. XVII para el arzobispo del Nuevo Reino de Granada, Bartolomé Lobo Guerrero. Utilizando esas fuentes junto a otras peninsulares, Schola Antiqua ofrecerá un pequeño panorama del canto llano hispano y colonial como genuina expresión del canto propio de la Iglesia Romana.