El jefe
Gerhaher, ya un habitual en estos ciclos, siempre nos cautiva por su temple, su grato timbre de barítono lírico, su dicción y su capacidad de matización. Hasta el último pliegue, cada lied queda en su garganta finamente esculpido, sin excesos, sin poses, de manera muy natural, concentrada y expresiva. Lo requerido para dar valor a lieder tan maravillosos. La carga poética, los claroscuros, el valor de los textos, debidos a Rellstab, Seidl y Heine, serán así subrayados debidamente. Y podremos introducirnos en el terrorífico mundo de un lied como Der Döppelgänger, sobre un poema del último autor.