Una buena parte de la producción de Carl Philipp Emanuel Bach, clavecinista en la corte de Federico II, el “rey flautista”, se articula de un modo u otro entre el traverso y el cémbalo. A través de este diálogo Wilbert Hazelzet y Jacques Ogg proponen un viaje por una de las corrientes decisivas en el desarrollo de las artes y el pensamiento en la segunda mitad del XVIII, el sentimentalismo, que en la música se sustancia en ese “estilo sensitivo” del que son excelentes exponentes varios de los hijos de Bach.