Esta agrupación checa parece la más idónea para recrear una obra como el Cuarteto no 13 de Dvorák, una composición de madurez estrenada en 1896, cuyo melódico Adagio es considerado por muchos la mejor página camerística del autor. A su lado, el Cuarteto no 6 de Bartók, que vería la luz en Nueva York en 1941, es un complemento ideal por su originalidad constructiva —de lo vivo a lo lento— y su toque de íntima desesperación. Junto a ellas el III Cuarteto de Jesús Villa-Rojo, que no se acercaba a la forma desde 2006 y que siempre ha sabido asimilar las esencias de los músicos del pasado, obra encargo del CNDM en la pasada temporada 13/14.